Influencia de la actitud en los procesos crónicos

Hoy nos planteamos : Cómo influye la actitud en el proceso de recuperación de un enfermo crónico.

Quizás muchos de nosotros nos podemos sentirnos representados en las siguientes cuestiones que en algún momento de nuestra vida se nos han podido plantear, como… «¿Qué tenga actitud positiva ante una recaída de mi enfermedad?»,»¿pero de que me está hablando?», «como se nota que está más sano que una manzana! No tiene ni idea de lo que es esto…».

Estres Mental

Esos fueron algunos de los pensamientos que invadieron mi mente cuando por primera vez alguien me dijo lo que sin duda has escuchado tú también en más de una ocasión: “la actitud lo es todo, anímate, se optimista”.
Como paciente de varias enfermedades crónicas, entre ellas la Enfermedad de Crohn de la que fui diagnosticada en el año 2000, conozco muy bien todos los pensamientos que genera el hecho de que junto al diagnostico nos digan la palabra “crónico” o “no tiene cura” o “de esto no te mueres pero vas a vivir con ello”… y a esto ¿cómo le pongo una actitud positiva? ¿qué es eso de la actitud? Hoy voy a hablarte de ello para ayudarte, si quieres, en el camino emocional que acompaña a la enfermedad que nos diagnostican.

Las palabras, dejan más cicatriz que una intervención quirúrgica

Sí, esas palabras, “enferma crónica”, se quedaron ahí, en algún lugar de mi inconsciente y me hicieron durante muchos años estar en alerta, en un observar de forma constante mi cuerpo, los dolores, las veces que iba al baño, la consistencia y color de las heces…sentía un miedo tremendo a que se cumpliera el pronóstico de “recaída”.

Así que decidí tomar todas las medidas necesarias y más. Bueno “decidir” es mucho decir, porque realmente yo no era consciente de PARA QUÉ estaba actuando así (cuidado excesivo de la alimentación, de las horas de sueño, no tenía mucho ocio, ya no salía de viaje fuera de España…).
Estaba en modo automático, dejando de vivir la vida y disfrutar de la remisión de la enfermedad para entrar en un bucle de hábitos aparentemente saludables físicamente que me generaron un sentimiento de supervivencia, de sobrevivir. Un sentimiento de estar enferma todos los días, sin respiro, cuando todo era relativamente normal y me encontraba mucho mejor físicamente de lo que mi mente me permitía ver.
Lo que mi mente me permite ver, oir, sentir…vivir.
¿Curiosa la frase no crees? Pues es tan real como que nos pasa a todos, tengamos o no una enfermedad crónica. Los pensamientos que tenemos nos nublan la visión, adormecen nuestros oídos, distorsionan todos nuestros sentidos, porque llegan a generarnos estados de depresión y/o ansiedad.

Un ejemplo para que te reconozcas en situaciones en las que te ha pasado, incluso antes de estar enfermo:
– “No recuerdo ni cómo he llegado, venía pensando…y cuando me he dado cuenta ya estaba”
– “Perdona, repítemelo, tenía la cabeza en otra parte y no te he oído”
– “No le tomo ni sabor a lo que estoy comiendo, estaba pensando en …”

¿Te reconoces en alguna de estas frases? Estoy segura de que sí, porque todos tenemos días o momentos en que la carga mental nos llega a sobrepasar, nuestros pensamientos toman el control de nuestra vida.
Cuando a esto le sumamos palabras como “enfermedad crónica”, “recaídas”, “tratamientos biológicos”… generan pensamientos como “no puedo pensar en otra cosa”, “¿qué pasará si este tratamiento tampoco funciona?”, “no puedo ponerme con un brote ahora, justo ahora que…”; … nos atormentamos, porque todo ese conjunto de pensamientos son “tóxicos”, “no sanos” para el bienestar emocional, y por ello el físico.
A esos pensamientos o creencias, de forma inmediata se asocia una o varias de las emociones básicas (miedo, tristeza, enfado, sorpresa, asco y alegría). Y la suma de pensamiento y emoción, son el pronóstico de cómo actuaré (actitud).

Relación entre pensamiento-emoción-actitud-resultado

Te estás preguntando para qué te hablo de emociones y pensamientos cuando lo que necesitamos es una actitud positiva; te entiendo, yo también hice esa pregunta a mi coach cuando comencé mi proceso.
Tardé en entenderlo, sobretodo en digerirlo (nunca mejor dicho, ya que decidí hacerlo después de una recaída).

Con este cuadro resumen seguro que me explico mejor:

Proceso de cambio y relacion del cambio y la actitud

Todo pensamiento genera una emoción, ambos un sentimiento (actitud) que nos lleva a actuar siempre de una manera u otra. Como ya sabemos, toda acción tiene un resultado, y este puede ser positivo (entonces seguimos actuando igual) o negativo. Si el resultado que tenemos no es el esperado, entonces tendremos que revisar:

  1. ¿La acción es la adecuada? Si es que sí, miraré en la cadena un paso más atrás.
  2. ¿La actitud o sentimiento desde el que actúo es el adecuado? Si la respuesta es positiva, es decir tengo una buena actitud, actúo desde un sentimiento sano, con una intención positiva, tendré que revisar el paso anterior…
  3.  Las emociones, los pensamientos y los valores que generan esa actitud, ¿cuáles son?, ¿son positivos?.

Si las respuestas a las preguntas 1 y 2 han sido positivas, la respuesta a la pregunta 3 es, sin duda, negativa. Te invito a que dediques unos minutos a hacerte estas preguntas y las respondas desde la honestidad contigo mismo.

¿Qué es la actitud?

La actitud no es una camiseta que me quito y me pongo cada mañana; no es algo aislado. La actitud es la suma de cómo actúo, de mis capacidades, de mis creencias, pensamientos, valores y por supuesto de la emoción que me lleva a esas acciones.
Podríamos decir siguiendo el símil que la actitud es un traje compuesto de varias prendas, siendo la más íntima e inconsciente la emoción y el pensamiento que priman en nosotros.
La emoción “comodín” es el miedo. Miedo a perder el trabajo, miedo a una recaída, miedo a perder la pareja, miedo a que el tratamiento no funcione, miedo a que tenga efectos secundarios…¿Qué hay detrás del miedo? Esto nos lo explica muy bien Maslow, psicólogo estadounidense a través de «la pirámide de las necesidades».

Pirámide de las necesidades de Maslow

Con su teoría, Maslow nos explica cómo nacemos con una serie de necesidades que a medida que vamos cubriendo dan lugar a un crecimiento personal y emocional que despiertan nuevas necesidades a cubrir, poco a poco, desde la base hasta la cúspide de la pirámide.

A su vez, toda emoción, nos habla de una necesidad no cubierta. ¿Cuál crees tú que es esa necesidad no cubierta en tí? ¿obvio no?. Todo enfermo siente que el segundo escalón de la base de la pirámide se tambalea; es más, como enferma de Crohn aseguro que el descanso, la alimentación, respirar incluso, se vuelve complicado…
Como cualquier pirámide, hasta la de un lego, si la base no está sólida se derrumba. Esto es lo que en ocasiones el diagnóstico de Enfermedad de Crohn, Colitis Ulcerosa o cualquier otra enfermedad crónica produce; y es que sentimos que nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro se desdibujan…, es decir, perdemos la NECESIDAD DE SEGURIDAD.

Reflexiona conmigo

Las palabras “enfermo crónico”, “enfermedad crónica”, “brotes recurrentes”… ¿están muy presentes en ti? , ¿las oyes y dices muy a menudo?, ¿cómo te hacen sentir?, ¿qué emoción despiertan en ti?, ¿y en la gente de tu entorno?… Desde esa emoción o sentimiento que te generan, ¿cómo actúas? ¿qué resultado tiene esa acción para ti?

Si sientes que no tienes cubiertas esas necesidades el resultado no es el que deseas. Las palabras positivas son medicina, no necesitan receta y puedes tomar cuantas más mejor.

La Programación Neurolingüística nació del estudio que realizó Richard Bandler junto a John Grinder de los patrones lingüísticos que utilizaba, en primer lugar, Fritz Perls, y luego Virginia Satir. Ambos eran dos terapeutas famosos de la década del 70 y precursores en estudiar y desarrollar el metamodelo del lenguaje. Su estudio muestra y demuestra cómo las palabras construyen pensamientos que tienen un significado emocional y como esto hace que nuestro lenguaje sea más o menos positivo.

Te invito a vivirlo con el siguiente ejercicio. Dos personas, A) y B) ante una recaída de su enfermedad:
a) ¿Por qué me tiene que pasar a mí?; ¿por qué otra recaída?; ¿cuándo habrá un tratamiento que cure esto?
b) Ya sabía que podía pasar; lo bueno es que ya sé lo que es y las etapas; esta vez no voy a callarme todo el miedo que sienta; la otra vez me fui con muchas dudas a casa así que iré anotando las que tenga para cuando pueda formularlas…
Léelo, en voz alta, siente en ti las emociones que los pensamientos de cada uno de ellos te generan. ¿Percibes la diferencia?, ¿Quién dirías que tiene unos pensamientos más positivos? , ¿Quién de ellos tiene más seguridad ante la misma situación?, ¿Cómo definirías entonces la actitud de cada uno?,  ¿qué y cómo va a hacer cada uno para gestionar la recaída?.

Ahí está la resilencia: la capacidad para aprender de situaciones adversas y aplicar todo lo aprendido a situaciones futuras para gestionarlas cada vez mejor. Quiero compartir contigo algo que me llamó mucho la atención sobre mí en ese aprendizaje de quien soy, cómo actuó, con quién actúo así…
Yo pensaba que mi impaciencia (“cuando volveré a recaer”, “como será este nuevo medicamento”, “voy a hacer todo lo que pueda hoy por si mañana estoy peor…”), era solo en mi ámbito personal y causada por la enfermedad y el miedo que os explicaba. Pues no, resulta que durante mi proceso de coaching descubrí que era así, impaciente en todas las áreas de mi vida (trabajo, familia, amigos…). Fue sin duda algo que decidí cambiar porque entraba en el bucle de pensamiento negativo – emoción mal gestionada (ansiedad) – actitud impaciente – resultado=recaída.

CONCLUSIÓN

Nadie tiene la capacidad de vivir la vida saliendo ileso (una enfermedad, una pérdida de un ser querido, de un trabajo, del hogar…), pero TODOS tenemos la capacidad de controlar gestionar nuestras emociones y pensamientos para conseguir la actitud con la que deseamos vivirla.
Yo elegí pedir ayuda para aprender a gestionar esas emociones y pensamientos; elegí tener una actitud empoderada, resiliente, aprender de mí en cada recaída y cuando no puedo, pedir ayuda.
Yo elegí aprender cada día a vivir siendo “paciente siempre” “enfermo crónico”.